El pensamiento políticamente correcto posa de magnánimo, respetuoso, tolerante e incluyente, pero su inclusión es selectiva, pues es discriminatorio hacia la religión en general y hacia el cristianismo en particular por no estar de acuerdo con los contradictorios postulados de inclusión sin criterio alguno que este pensamiento promueve en la superficie, ni menos con su más o menos encubierta agenda progresista que defiende la ideología de género y las causas de la comunidad LGBTI. Por eso, el pensamiento políticamente correcto, si bien no se atreve a condenar ni a combatir de manera frontal a la religión ni al cristianismo debido a que se oponen, denuncian y combaten esta agenda, sí pretende reducirlo al ostracismo, tolerándolo siempre y cuando se practique en la esfera estrictamente privada del individuo y no lleve sus convicciones a la discusión pública de ningún modo ꟷasí lo haga de manera respetuosa y debidamente argumentadaꟷ, caso en el cual es descalificado y atacado con sevicia para tratar de silenciarlo. Esta estrategia no es diferente a la ya exhibida por los enemigos del pueblo de Dios, como el faraón de Egipto, quien estuvo en un momento dado dispuesto a dejar que los israelitas ofrecieran culto a Dios, pero estableciendo condiciones y restricciones para que lo hicieran a su manera y no como Dios lo amerita y lo requiere, como podemos leerlo y comprobarlo en lo dicho en el libro del éxodo: “Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y le dijo: ꟷVayan y rindan culto al Señor. Llévense también a sus hijos, pero dejen atrás sus rebaños y sus ganados” (Éxodo 10:24)
Pero dejen atrás sus rebaños
“El pensamiento políticamente correcto tolera el culto a Dios de los creyentes, pero siempre que se haga en sus términos y con sus restricciones"
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