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Poseedores más que propietarios

“En la Biblia la propiedad privada no es sagrada, pero para poder responder por lo que Dios nos entrega en posesión, debe ser sin embargo defendida”

Uno de los mitos sociales modernos es el de la propiedad privada, a la que se considera sagrada, por encima de cualquier otro valor que pueda llegar a amenazarla, al punto de que para muchas personas la finalidad principal de la vida no es otra que la acumulación de bienes de fortuna y el disfrute indolente, ostentoso y derrochador de ellos, como si este fuera su derecho adquirido, relegando todo lo demás a un segundo plano. Pero la Biblia no da pie a la noción de propiedad privada en términos absolutos, pues en últimas Dios es el dueño de todo y, como lo declaró Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1:21), declaración confirmada luego por el mismo Dios: “¡Mío es todo cuanto hay bajo los cielos!… pues mío es el mundo y todo lo que en él hay” (Job 41:11; Salmo 50:12). La Biblia habla más bien de propiedades sobre las que ejercemos posesión por generosidad y delegación divina y que debemos, entonces, administrar y disfrutar con justicia y sabiduría, pues al final se nos pedirá cuentas de ello y es contra este trasfondo que deben verse todos los preceptos legales que defienden nuestra propiedad sobre los bienes recibidos en posesión: “»En todos los casos de posesión ilegal, las dos partes deberán llevar el asunto ante los jueces. El que sea declarado culpable deberá restituir el doble a su prójimo, ya sea que se trate de un toro, o de un asno, o de una oveja, o de ropa, o de cualquier otra cosa perdida que alguien reclame como de su propiedad” (Éxodo 22:9)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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