La bendición sacerdotal establecida por Dios en el libro de Números es un importante aspecto de la liturgia judía y, por extensión, también de la liturgia cristiana. Esta bendición debía ser pronunciada en los siguientes términos puntuales: “»‘El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor; el Señor mueva su rostro hacia ti y te conceda la paz’” (Números 6:24-26). La alusión aquí al rostro de Dios resplandeciendo sobre Su pueblo y moviéndose hacia él se convirtió en una imagen gráfica para evocar los mejores tratos de Dios para con quienes lo invocan, manifestándoles Su favor al mirarlos con agrado y favorecerlos con sus manifiestos actos de gracia. Como tal esta expresión y todo lo evocado por medio de ella se convirtió en un referente para la fe al cual los creyentes posteriores, como el salmista, acudían con pleno conocimiento de causa diciendo: “Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros” (Salmo 67:1). Del mismo modo, el profeta Daniel rogaba a Dios desde el exilio por la restauración de la nación de Israel luego de la destrucción de Jerusalén y el destierro de todos sus habitantes a Babilonia, diciendo: “»‘Y ahora, Dios nuestro, escucha las oraciones y súplicas de este siervo tuyo. Por causa de tu nombre, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre tu santuario que ha quedado desolado” (Daniel 9:17), clamor que guarda estrecha relación con las peticiones dirigidas a Dios para que alce sobre nosotros la luz de su rostro de modo que podamos andar siempre a la luz de Él
Haga resplandecer Su rostro sobre ti
"El resplandor o el brillo del rostro de Dios sobre nosotros es un recurso poético para evocar los mejores aspectos del trato de Dios con Su pueblo”






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