Al amparo del llamado “mito del progreso” hemos llegado a creer que el mero avance tecnológico a través del tiempo, el incremento en la productividad general hasta alcanzar niveles de abundancia nunca antes vistos ni conocidos y el logro de mayores medidas de comodidad que nos permitan, a su vez, implementar en las nuevas generaciones estilos de vida notoriamente más confortables, marcados por un mayor y más masivo consumo que el de las generaciones pasadas; es necesariamente progresar en la vida. Pero el mayor confort que acompaña los desarrollos tecnológicos y la mayor riqueza de la que se disponga en un momento dado no es, de ningún modo, una marca de verdadero progreso en relación con nuestros antepasados si no viene acompañada de un incremento también en los estándares morales de la sociedad de turno, apuntalados a su vez por un mayor sentido de responsabilidad social, ecológica y ambiental junto con una humildad y una mayor conciencia y sentido de gratitud y servicio a Dios, sin caer en el derroche y el apego a los bienes materiales como si el tener fuera lo que determinara quienes somos. En el evangelio el Señor Jesucristo amonestó a los miembros de su generación por creerse más justos que sus ancestros, sin serlo realmente. Algo que Esteban, el primer mártir de la fe, confirmó al dirigirse así a sus contemporáneos, momentos antes de ser asesinado por ellos mediante apedreamiento: “»¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!” (Hechos 7:51). Algo que nos concierte también a nosotros.
Vivir mejor sin ser mejor
27 septiembre, 2022
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“Si somos honestos deberíamos admitir que, aunque tal vez vivamos mejor que nuestros padres en realidad no somos mejores que ellos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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