Dado que Dios es nuestro Creador y nosotros los seres humanos somos las criaturas culminantes de su actividad creadora, nuestra desobediencia a Él no es un asunto superficial o de poca monta, por más que intentemos bajarle el tono al tratar el pecado de manera trivial mediante eufemismos que suavizan su impacto, como cuando afirmamos que, simplemente, cometimos un “error” o una “equivocación”, sin mayor alcance ni seriedad. Pero lo cierto es que, si Dios es el Creador y nosotros tan sólo la más exaltada de sus innumerables criaturas en el cosmos, todas las cuales, con la excepción nuestra, obedecen lo establecido por Dios para todas ellas; todo acto de desobediencia o deslealtad a Él de nuestra parte es, como lo designó el teólogo R. C. Sproul, un acto de “traición cósmica”, contra nuestro Creador. Así, pues, no sólo Judas Iscariote cometió traición a Dios al entregar a Cristo a sus verdugos por unas cuantas monedas, sino Pedro al negar tres veces al Señor y cualquiera de nosotros cuando lo desobedecemos de cualquier forma, por insignificante que pueda parecernos. Razón más que suficiente para preguntarnos, como el profeta: “… Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal; no te es posible contemplar el sufrimiento. ¿Por qué entonces toleras a los traidores? ¿Por qué guardas silencio mientras los impíos se tragan a los justos?” (Habacuc 1:13), incluyéndonos a nosotros mismos dentro de los traidores en cuestión, pues vistas las cosas de este modo, nadie está en condición de arrojar la primera piedra declarándose inocente.
Traicionando a Dios
13 diciembre, 2021
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“Cada vez que pecamos cometemos traición contra nuestro Creador y violentamos destructivamente nuestra naturaleza humana original”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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