La voluntad humana por sí sola no basta nunca para cambiar y dar un giro definitivo al rumbo de nuestras vidas cuando descubrimos que vamos mal encaminados en ella. Sobre todo, porque este giro debe comenzar por nuestros motivos e intenciones y no sólo por nuestras acciones. Todo cambio que involucre únicamente nuestras acciones, pero que no modifique favorablemente nuestras motivaciones e intenciones, de suyo egoístas y equivocadas, no deja de ser más que un cambio externo y necesariamente superficial, sin la debida consistencia interior que lo fundamente y le brinde la permanencia y el arraigo requeridos para que perdure y se refuerce más y más con el tiempo. Y esto último sólo lo encontramos en Cristo, el único que puede transformarnos desde adentro hacia afuera, cambiando nuestras motivaciones e intenciones de tal modo que nuestras acciones terminen correspondiendo de manera natural con estos cambios internos operados por Cristo. Pero ni siquiera podemos aducir aquí que, al menos en lo que tiene que ver con nuestra apelación humilde a Cristo para que Él nos transforme, sí basta por completo nuestra voluntad sin ninguna otra ayuda, pues incluso para llegar a Cristo ─y sin que ello signifique que al hacerlo no lo hagamos de manera libre y voluntaria, sin coacciones ni coerciones de ningún tipo─ es fundamental la decisiva intervención de Dios para conducirnos a Él, como nos lo reveló enfáticamente el Señor Jesucristo al declarar: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final” (Juan 6:44)
Sin Dios, perdidos a nuestra suerte
20 julio, 2022
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“Es optimismo ingenuo pensar que podemos cambiar favorablemente el rumbo de nuestras vidas sin la decisiva intervención de Dios”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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