Buscar la mano de Dios o buscar el rostro de Dios, he ahí el dilema al que se ve enfrentado el creyente y que hace la diferencia entre una fe inmadura y una fe madura. La Biblia habla en sentido figurado de la mano de Dios para indicar la capacidad superlativa que Él tiene de hacer todo aquello que ha determinado, entre todo lo cual se destaca de manera notoria su capacidad de hacer milagros. El problema es que hay muchas personas ─y entre ellos un significativo número de creyentes─ que se enfocan casi exclusivamente en esto último, buscando que el poder sobrenatural de Dios esté al servicio de sus necesidades y aspiraciones inmediatas y nada más, de tal modo que las oraciones de muchos se limitan a ser una lista de peticiones de mayor o menor extensión para que Dios cambie sus circunstancias de manera favorable y pare de contar. Pero el Señor nos exhorta a que al orar apelando a Él busquemos más su rostro que su mano, a la manera del rey David: “El corazón me dice: «¡Busca su rostro!» Y yo, Señor, tu rostro busco” (Salmo 27:8). Es decir, a que nos deleitemos más en su contemplación y en la rendida y contrita adoración que tiene en cuenta Quién es Él, más que en lo que Él hace o puede eventualmente hacer. De lo contrario podemos terminar profesando una fe superficial, inmadura e interesada, como la denunciada por el Señor con estas palabras de censura dirigidas hacia muchos de quienes lo buscaban de manera multitudinaria: “–Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse” (Juan 6:26)
La fe interesada
19 julio, 2022
2 Lectura mínima
“Obtener un milagro a la carta es la mejor manera de convertirse en un creyente censurablemente superficial, inmaduro e interesado”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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