Decía C. S. Lewis una vez más con acierto que: “Todas las virtudes son menos formidables… una vez que el hombre es consciente de que las tiene, pero esto es particularmente cierto de la humildad”. Así, pues, cuando son acompañadas por ella, la humildad adorna y realza aún más el resto de virtudes; pero su carencia las desluce notoriamente. La humildad auténtica y pura florece en quien no es consciente del resto de virtudes que posee y las exhibe, por tanto, con un candor que las hace aún más admirables, o en quien las asume como algo tan natural y común que no las considera un mérito o un motivo de orgullo o vanagloria. Lo paradójico con la humildad es que, en cuanto somos conscientes de ella amenaza inmediatamente con desaparecer o pervertirse, pues podemos llegar a sentirnos orgullosos de poseerla -caso en el cual la humildad desaparece- y a tratar de recuperarla por medio de artificiales maniobras conscientes y cíclicas en las que la humildad pierde la naturalidad y autenticidad que debe ostentar y se convierte en una mera y censurable afectación que hace de quien finge humildad una grotesca caricatura del auténticamente humilde. Por todo lo anterior la mejor manera de conservar la humildad una vez se es consciente de ella es no pensar mucho en el asunto y restarle importancia, y recordar que al fin de cuentas únicamente estamos cumpliendo con nuestro deber: “Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, deben decir: ‘Somos siervos inútiles; no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.’” (Lucas 17:10)
Siervos inútiles y humildes
13 junio, 2022
2 Lectura mínima
“Debemos declarar humildes que somos sólo siervos inútiles para que la satisfacción del deber cumplido no se nos suba a la cabeza”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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