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Si no tengo amor nada gano

“El sacrificio sólo es verdadero sacrificio cuando está motivado por el amor. De lo contrario no es más que ostentación egoísta”

Las ciencias de la religión nos informan que el sacrificio se encuentra de un modo u otro presente en todas las religiones de la historia dentro de los fundamentos en que todas ellas se sostienen. Y si bien es cierto que en el cristianismo ya no se requieren sacrificios cruentos de ningún tipo, pues el de Cristo satisfizo de una vez y para siempre con suficiencia las exigencias de la justicia divina en relación con el castigo de nuestros pecados, también lo es que en la rara eventualidad de que nuestra fe y nuestras lealtades para con Dios nos obliguen en conciencia a entregar literalmente nuestras vidas en sacrificio por su causa ─como ha sucedido con los mártires de la fe que nunca han faltado a lo largo de la historia─, este acto no constituye un verdadero sacrificio si no está motivado por el amor a Dios o al prójimo en primera o última instancia, como lo señala con claridad el apóstol: “Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso” (1 Corintios 13:3). Por eso, si en algo aciertan de lleno los promotores de la cuestionable “ética situacional” o “nueva moralidad” que afirma que los preceptos éticos y los mandamientos en general son relativos y no nos obligan en todos los casos, pues al final todo depende de la “situación” en que nos encontremos; es en que al final de cuentas el amor debe ser la motivación que se halle detrás incluso de nuestras más encomiables acciones para que éstas sean dignas de elogio y reconocimiento delante de Dios, de modo que el ocasional sacrificio al que nos veamos confrontados lo sea verdaderamente.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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