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Llorando con el que llora

“Ni la indiferencia hacia el que sufre ni la envidia hacia el que triunfa van bien con la solidaridad de cuerpo en la iglesia”

La iglesia o asamblea de creyentes es descrita en las Escrituras como “el cuerpo de Cristo”, del cual Él es la cabeza, expresión que, obviamente, es más metafórica que literal, pero que partiendo de la literalidad de nuestros cuerpos físicos y el funcionamiento cohesionado e interconectado de todos sus órganos y sistemas, que subordinados al cerebro y al sistema nervioso central, se desempeñan normalmente de manera armónica y sinérgica de tal modo que el resultado final sea siempre superior a la suma de los efectos individuales de la actividad de cada órgano; terminan así obrando para el bien de todo el cuerpo y no una de sus partes en particular. En este orden de ideas la solidaridad debe ser una característica de la iglesia, marcando la pauta para las relaciones entre sus miembros, tal como lo afirma el apóstol: “Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él” (1 Corintios 12:26). Los cristianos debemos, pues, combatir tanto el egoísmo, la indiferencia y la indolencia que nos impida manifestar empatía y compasión hacia quienes sufren por cualquier causa en la iglesia, al igual que la envidia que nos impide compartir, por otro lado, la alegría de quienes reciben honores, reconocimientos, beneficios o bendiciones de cualquier tipo. El equilibrio al respecto es una señal de una fe madura, pues corrige los sesgos que afectan a quienes están más naturalmente inclinados a la compasión, pero no a compartir la alegría de sus hermanos, o viceversa, obrando así bajo las saludables dinámicas biológicas con las que funciona normalmente nuestro cuerpo.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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