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Separados de mi no pueden hacer nada

“Sin Cristo todo aquello en lo que nos sentimos muy capaces no es más que una fachada engañosa que encubre nuestra impotencia”

Maurice Blondel confesaba que: “Tanto unas veces no hago todo lo que quiero, como otras hago, casi sin saberlo, lo que no quiero”. Y en la misma línea, el poeta latino Ovidio decía: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor”. Estas declaraciones resumen la radical impotencia del hombre, la falta de poder, la trágica debilidad humana a la que hizo alusión mucho antes el apóstol Pablo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco… Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo” (Romanos 7:15, 18). El hombre sin Cristo no quiere, y ni aun puede, hacer la voluntad de Dios. Es incapaz de obedecer los mandamientos de Dios según el testimonio que le dicta su conciencia y en consecuencia también es impotente para salvarse a sí mismo, teniendo que pagar por ello un costo demasiado elevado para poder sobrellevarlo. Por una parte, en el plano temporal actual, una vida miserable llena de problemas, de conflictos y de dolor. Y por otro, en el plano eterno, la perdición y condenación definitiva e irreversible. El Señor lo dijo con toda claridad: “…separados de mí no pueden ustedes hacer nada…” (Juan 15:5-6). Pero Cristo provee otro camino para satisfacer sus demandas y alcanzar la salvación, ante la impotencia e incapacidad del hombre para hacerlo por sí mismo. Este Camino no es otro que su propia persona. Cristo nos otorga así el verdadero poder que obra la transformación de nuestro carácter para conformarlo al carácter justo de Cristo, poder al que Víctor Hugo hizo referencia al declarar acertadamente que: “No hay más que un poder: la conciencia al servicio de la justicia”

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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