El término “misterio” en la Biblia no tiene el significado que tenía en el contexto pagano en las llamadas “religiones de misterio”, que requerían una iniciación paso a paso a un conocimiento hermético y esotérico reservado a unos pocos iluminados, religiones con las cuales el gnosticismo estaba muy emparentado con su planteamiento básico, como su nombre lo indica (gnosis significa “conocimiento”), de que la salvación se obtenía mediante el conocimiento, y no mediante la fe, como lo promulga el evangelio. Así, pues, en la Biblia los “misterios del reino de Dios” que Cristo expone mediante parábolas en los evangelios y el “misterio de Cristo” al que hace referencia Pablo en sus epístolas indican simplemente los aspectos del evangelio que estaban sugeridos, pero todavía encubiertos en el Antiguo Testamento, revelados ya plenamente en el Nuevo. Revelación que deja sin excusa a quienes apelaban a la ignorancia para sacarle el cuerpo a la fe y que deja, entonces, expuesta la verdadera razón por la cual no creen: la falta de voluntad, pues: “… recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo, y de hacer entender a todos la realización del plan de Dios, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas. El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios” (Efesios 3:7-12)
Predicando el misterio de Cristo
“Con la predicación cristiana la disculpa ‘yo no sabía’ desaparece y queda expuesto el verdadero pretexto que es ‘yo no quería’”
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