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No necesita lavarse más que los pies

“En la conversión Su sangre borra nuestra culpa, pero es en la confesión diaria que Cristo limpia las manchas de nuestro pecado”

El perdón de nuestros pecados abarca dos aspectos necesarios ya señalados, ambos de igual importancia para reconciliarnos con Dios como es debido. En primer lugar, en el arrepentimiento y la confesión involucrados en la conversión a Cristo, Dios nos concede el perdón sin condicionarlo al cumplimiento de nada más. Este primer acto de perdón divino borra de manera definitiva nuestra culpabilidad ante Dios, librándonos de la justa ira divina y salvándonos de la condenación eterna. Pero, aunque los creyentes ya no practiquemos el pecado de forma habitual y continua, aún pecamos con cierta regularidad, y debido a esto Dios incluyó en el Padre Nuestro una porción para tratar con el pecado cada vez que se presente. Con todo, estos posteriores actos de perdón divino ya no tratan con la culpabilidad y la condenación que han sido removidas de manera definitiva en la conversión, sino con la contaminación e impureza con la que el pecado mancha nuestras vidas, que se convierten en un obstáculo para mantener en condiciones óptimas nuestra relación con un Dios Santo. Ese es el sentido teológico del lavamiento de los pies que Cristo llevó a cabo con sus discípulos en vísperas de su pasión, pues como lo concluyó el Señor cuando fue interrogado por Pedro, que no lograba comprender el sentido de este acto, oscilando entre reacciones extremas igualmente equivocadas al resistirse primero, para requerir luego que le lavara también las manos y la cabeza: “… -El que ya se ha bañado no necesita lavarse más que los pies -le contestó Jesús-; pues ya todo su cuerpo está limpio. Y ustedes ya están limpios…” (Juan 13:3-10)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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