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Crucifixión, atracción y rendición

“El reino de Dios no ejerce coerción ni coacción, sino atracción que logra nuestra rendición mediante la sangre del propio rey”

Brian McLaren llamaba nuestra atención al hecho único, contraintuitivo y opuesto a lo habitual de que: “La paz del reino de Dios no viene por… el exterminio inclemente de los enemigos del rey, sino por el sufrimiento y la muerte del rey mismo… el rey logra la paz sin derramar la sangre de los rebeldes, sino derramando su propia sangre”. Y es que la cínica creencia suscrita por muchos de los gobernantes del mundo en la persecución de sus objetivos presuntamente pacificadores se resume en la frase: “Si quieres paz, prepárate para la guerra”. Esta es una de las razones por las cuales el Señor declaró que su reino no es de este mundo, pues no comparte los métodos de los reinos de este mundo. En efecto, Dios no vence a sus adversarios mediante la fuerza militar sino mediante un amor sufrido y sufriente, marcando la pauta también para que sus seguidores lo imiten. El poder del reino de Dios no reside en su capacidad de coerción o de coacción, sino en su profunda atracción cautivadora que logra la rendición de los adversarios del rey, no mediante el derramamiento de la sangre de aquellos, sino de la de éste. El espectáculo de la cruz sigue desmontando las más elaboradas prevenciones de los opositores y sentando el precedente de que al corazón de los hombres no se llega mediante la fuerza sino mediante el amor, alcanzando así una paz que difiere ostensiblemente de la que ofrece el mundo, no sólo en sus métodos, sino en su alcance, justificando las palabras del Señor: “Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. Con esto daba Jesús a entender de qué manera iba a morir” (Juan 12:32-33)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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