A lo largo de la historia humana han desfilado muchas formas de gobierno diferentes que se sobreponen o combinan entre ellas, tales como la aristocracia, la monarquía, la oligarquía, la plutocracia, la dictadura y la democracia, entre las más destacadas, ninguna de las cuales ha demostrado, sin perjuicio de sus mayores o menores aciertos y ventajas comparativas, ser la forma de gobierno ideal, pues todas ellas adolecen de sus propias fallas estructurales, debido fundamentalmente a que todas son implementadas por seres humanos caídos, finitos y falibles. Y es que ningún sistema de gobierno será significativamente mejor que el carácter y la capacidad de sus propios gobernantes, sin hablar de los de los gobernados; por lo que aspirar a un sistema de gobierno perfecto en las actuales condiciones de la existencia no deja de ser más que una ingenua utopía. El único sistema de gobierno perfecto es el reino de Dios que será instaurado por Cristo plenamente en la Tierra en su segunda venida. Por lo pronto, lo más que podemos aspirar, y con mayor razón si somos cristianos redimidos por Cristo del dominio de nuestras inclinaciones pecaminosas, es a recrear hasta donde sea posible las condiciones del reino de Dios, indicadas así por el apóstol: “porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Y debemos hacerlo dentro de cualquier sistema de gobierno actual, en los que la democracia es el que se ha venido imponiendo y demostrando, hasta cierto punto, ser tal vez el más benévolo comparativamente hablando, pero de ningún modo perfecto.
No es cuestión de comidas o bebidas
23 enero, 2023
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“El reino de Dios es el sistema de gobierno perfecto. Debemos recrearlo reconociendo lo imperfecto de nuestros mejores esfuerzos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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