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Ni juicio ni menosprecio

“La ciencia y la teología no deben menospreciarse ni juzgarse mutuamente sino hacer causa común en su búsqueda de la verdad”

Como ya lo hemos señalado, a partir del movimiento de la ilustración, la ciencia y la teología se distanciaron y comenzaron a mirarse con sospecha, recelo y mutuas reservas y a descalificarse la una a la otra por el hecho de que sus visiones de la realidad no parecían coincidir sino que amenazaban cada vez más con divergir entre sí y terminar de este modo en posiciones enfrentadas y antagónicas, en las que la ciencia brindaría fundamento a la visión atea, materialista y naturalista de la realidad, mientras que la teología seguiría defendiendo la visión teísta, espiritualista y sobrenaturalista de ella. Como resultado de este artificial e innecesario antagonismo, las actitudes promovidas por ambas disciplinas entre sus seguidores fue, por una parte, un menosprecio condescendiente de la ciencia hacia la teología y la religión en general, cuando no un manifiesto desprecio. Y por la otra, una actitud de juicio de la teología hacia la ciencia que terminó en muchos casos condenándola y satanizándola. En realidad, la Biblia no ha condenado nunca a la ciencia, sino tan sólo nos ha advertido contra la seudociencia que suele acompañarla y quererse hacer pasar por ella. Y es que la buena ciencia es, también, una bendición de Dios, de dónde lo que se impone desde la Biblia para la ciencia y la teología es lo indicado por el apóstol para los creyentes que sostienen desacuerdos entre sí sobre temas no esenciales: “Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios!… Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios” (Romanos 14:10, 12)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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