Es famosa la declaración de Nietzsche anunciando la muerte de Dios, emblema de todos los ateísmos modernos que proclaman la independencia de Dios y el derecho de prescindir de la religión y dejarla atrás de una vez por todas. Lo curioso es que a la vista de lo sucedido el viernes santo Nietzsche tenía razón: Dios ha muerto. Porque si, en efecto, Jesucristo es Dios como lo creemos los cristianos, entonces el viernes santo Dios murió. Por lo menos, así lo reconoce el apóstol Pedro cuando se dirige con estas palabras a sus compatriotas reunidos para escucharlo en el Pórtico de Salomón, luego de haber sanado de manera milagrosa, en el nombre de Cristo, a un mendigo lisiado de nacimiento en la puerta del templo de Jerusalén conocida como “La Hermosa”: “Mataron al autor de la vida…”, una de las declaraciones más conmovedoramente paradójicas de las Escrituras: que los seres humanos, débiles, mortales y corruptos, nos dimos mañas para matar nada más y nada menos que al mismísimo Autor de la vida. Pero Pedro no terminó allí, sino que añadió algo que Nietzsche no dijo: “… pero Dios lo levantó de entre los muertos y de eso nosotros somos testigos” (Hechos 3:15). Es decir, ¡que Cristo resucitó, por cuanto la muerte no podía retenerlo! Eso fue lo que Nietzsche pasó por alto de manera imperdonable. Y resucitó para señorear sobre todos: tanto quienes lo han reconocido como su Señor, como también sobre los que no lo han hecho así, pues “Para esto mismo murió Cristo, y volvió a vivir, para ser Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven” (Romanos 14:9)
Dios ha muerto… pero volvió a vivir
20 enero, 2023
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“«Dios ha muerto» dijo Nietzsche. Pero la Biblia añade que también resucitó para ser Señor de todos: muertos y vivos por igual”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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