El sacrificio, entendido como el acto por el cual se entrega la propia vida para honrar y salvaguardar valores superiores a ella, será siempre una acción encomiable y recomendable, por difícil que pueda ser cuando se requiere. En el judeocristianismo más que en ningún otro sistema espiritual, el sacrificio ocupa un lugar central, no sólo a causa del variado y elaborado ritual sacrificial ordenado por Dios en el Antiguo Testamento y llevado a cabo por los sacerdotes de manera regular en el templo hasta que éste fue destruido, sino porque Cristo mismo cumplió con su propio sacrificio de manera plena y para siempre con todo aquello que los sacrificios del Antiguo Testamento tan sólo prefiguraban y tipificaban. De hecho, la fenomenología de la religión ha demostrado que todas las religiones de la historia de la humanidad incluyen alguna forma de sacrificio, ya sea que se lleve a cabo de manera literal o simbólica en el presente, o se haya llevado a cabo así en el pasado histórico de la religión en cuestión. Ahora bien, el cristianismo no es, sin embargo, sacrificial, ya que Cristo nos sustituyó y llevó a cabo el único sacrificio requerido en la cruz del calvario y por lo tanto ha librado a la humanidad de sacrificios similares, innecesarios e insuficientes, pues: “… somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre” (Hebreos 10:10). Por eso el Señor nos instruye ahora de esta manera: “Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.’ Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mateo 9:13)
Misericordia y no sacrificio
3 febrero, 2022
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“El cristianismo ya no demanda sacrificios sufrientes e innecesarios pues Cristo se sacrificó de forma perfecta por todos nosotros”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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