Más que vencedores

La Biblia nos revela que este mundo en su actual estado se halla sumido en un conflicto de proporciones cósmicas por cuenta de la rebelión protagonizada por Satanás y la tercera parte de los ángeles en contra de Dios y de la humanidad, en la medida en que el ser humano fue la corona de Su creación y estaba llamado a ejercer un dominio delegado y constructivo sobre ella; propósito que se malogró cuando Satanás, la serpiente antigua, logró llevar a nuestros primeros padres: Adán y Eva, a la desobediencia en lo que se conoce como “la caída”. A partir de entonces, el mundo en general y los seres humanos en particular debemos tomar partido para no ser víctimas inermes de estas hostilidades, pues nos guste o no, nos hallamos inmersos en el fuego cruzado de una guerra entre el bien promovido por Dios y el mal promovido por Satanás y los demonios en contubernio con el mundo y la carne, sus aliados provisionales que maquinan contra nosotros en las escaramuzas cotidianas que este conflicto involucra, salpicado entonces por derrotas y victorias por igual en los balances diarios, sin que ni siquiera los cristianos estemos exentos de ningún modo de ello. Es por eso que la Biblia se refiere a la fe como una “batalla”. Pero es una batalla en la que, a pesar de las derrotas que se puedan llegar a padecer en algunos de los enfrentamientos por ella comprendidos, la victoria final y absoluta ya se obtuvo en la cruz del calvario a nuestro favor de una manera tan segura y superlativa que el apóstol se refiere así a ella de modo concluyente: “Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37)