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Segmentos

El que no escatimó ni a su propio Hijo

“Si siendo sus enemigos Cristo entregó su vida por nosotros, ¿qué nos hace pensar que siendo ya sus amigos se volverá mezquino?”

La prueba reina de la magnitud y el alcance del amor, la generosidad y la buena voluntad de Dios para con nosotros, los hombres, la constituye la decisión resuelta y unánimemente compartida entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de expiar nuestras culpas, redimiéndonos y salvándonos al precio de la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios, Quien se humilló hasta encarnarse como hombre para morir voluntariamente por todos nosotros, quienes nos hallábamos enemistados con Él a causa de nuestros pecados y éramos, además, impotentes para poder reconciliarnos con Él por nuestros propios medios y esfuerzos. Este hecho es tan significativo e incuestionable que el apóstol Pablo lo exhibe como la demostración concluyente de que Dios ya hizo todo lo necesario para proveer con solvencia para nuestras más sentidas necesidades, siendo la más importante la salvación de la condenación eterna, necesidad principal alrededor de la cual todas las demás giran y convergen. En otras palabras, al señalar el sacrificio de su Hijo a nuestro favor, Dios nos está indicando que ya hizo lo más difícil y pagó el costo más elevado y doloroso de todos, de modo que no podemos poner en duda, de manera razonable, su amor y generosidad a toda prueba por nosotros, como si ahora, contra toda lógica, Él decidiera volverse mezquino para hacer lo más fácil, que es seguir proveyendo con solvencia para el resto de nuestras necesidades terrenales del día a día, puesto que: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?” (Romanos 8:32)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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