Más allá de las fachadas

La omnipotencia de Dios es el atributo divino por el cuál Dios todo lo sabe, incluyendo nuestros pensamientos antes de expresarlos y los que nunca llegamos a expresar. En consecuencia, Dios sabe quienes somos realmente, más allá de las apariencias y la imagen que queremos proyectar. Cabe recordar que, en virtud de esto, Agustín llegó a decir que Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos, lo cual equivale a afirmar que Dios nos conoce mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. Jesucristo, al ser Dios encarnado como hombre y sin perjuicio de las limitaciones que Su humanidad haya podido imponer a Su divinidad, ostenta en Sí mismo todos los atributos divinos y de ello dio muestra en su paso por el mundo, como deja constancia el apóstol Juan en su evangelio al hacer el siguiente significativo comentario: “En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos;no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano” (Juan 2:24-25). Eso significa no sólo que a Dios no podemos engañarlo con nuestras fachadas exteriores, sino que gracias precisamente a que Él conoce nuestra interioridad mejor que nadie, es también Quien puede hacernos conscientes de aquellos aspectos de ella de los que ni siquiera nosotros mismos tenemos plena ni clara conciencia, iluminando nuestro interior con su luz para diagnosticar nuestra verdadera condición con todas sus grandezas y miserias, entre las que destaca nuestra condición pecaminosa, y surtir el remedio para tratar eficazmente con ellas y transformarnos para bien de adentro hacia afuera.