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Chivos expiatorios

“Es un error hacer de Satanás, la carne y el mundo ineficaces chivos expiatorios en vez de acudir arrepentidos al Cordero de Dios”

La expresión “chivo expiatorio” tiene su origen en la Biblia, en la ceremonia ordenada por Dios en la ley para llevarse a cabo una vez al año en el justamente llamado “día de la expiación”, en el que se apartaban dos chivos o machos cabríos y se designaban al azar, uno de ellos, para ser sacrificado a Dios, mientras que el otro, se enviaba al desierto y se abandonaba allí, haciendo recaer sobre él la culpa de todos los pecados del pueblo. Hoy por hoy esta expresión se usa para designar a una persona o grupo de personas a quienes se quiere hacer culpables de algo con independencia de su inocencia, para servir a los fines del inculpador, que busca con ello ser eximido de su propia culpa al respecto al dirigir la mirada de todos hacia aquel a quien se quiere acusar, en muchos casos de manera injusta, para eludir así la responsabilidad personal en el asunto, brindando de este modo, de manera muy conveniente, alguien a quien condenar por esta causa ante las exigencias de la opinión pública. Pero el evangelio no tiene que ver con chivos expiatorios a quienes inculpar para evadir nuestra responsabilidad ─tales como Satanás, la carne y el mundo─ sin que nada cambie; sino con el Cordero Dios que quita el pecado del mundo, quien en virtud de la fe en Él y la confesión y el auténtico arrepentimiento que la acompaña, transforma para bien las vidas de quienes se rinden a Él, justificando la presentación que Juan Bautista hizo de Él delante de sus seguidores con las siguientes palabras: “Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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