Habiendo ya establecido que en relación con Dios y aun al margen del evangelio, todos los seres humanos sin excepción tenemos el suficiente conocimiento intuitivo e innato sobre Él como para quedar sin excusa delante de Él si no lo tomamos en cuenta con la seriedad debida, sumado al hecho de que la ignorancia consentida, de mala fe, no sirve ni siquiera de atenuante; debemos añadir ahora que, a partir de Cristo cualquier potencial que la ignorancia pudiera aun tener para atenuar en algo nuestras culpas se ve drásticamente disminuido, como lo revela puntualmente el apóstol: “Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan” (Hechos 17:30). De hecho, Cristo es simultáneamente el punto culminante de la misericordia de Dios y también el punto que marca el límite de su paciencia para con la humanidad, como se reitera luego en la epístola a los Romanos al referirse así al sacrificio de Cristo: “Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados” (Romanos 3:25). Y dado que los hechos del evangelio son de carácter público y conocido, como lo puntualiza Pablo ante el gobernador romano Festo y el rey Agripa: “… Sé que nada de esto ha pasado desapercibido para él porque todo esto sucedió a la vista de todo el mundo” (Hechos 26:26 PDT), a partir de Cristo seguir argumentando ignorancia respecto de Dios es ya una imposibilidad que impulsa y estimula la labor misionera y evangelizadora de la iglesia
Los tiempos pasados de la ignorancia
20 octubre, 2022
2 Lectura mínima
“Debemos aceptar que hay asuntos en la vida que no podemos ignorar impunemente ni excusarnos con el pretexto de ‘yo no sabía’”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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