Los racionalistas modernos quisieron reducir al hombre a una de sus facultades características y distintivas: la razón, bajo la suposición de que su correcto ejercicio nos llevaría siempre a tomar decisiones acertadas. Pero el romanticismo fue una necesaria reacción contra el racionalismo que les recordó a estos personajes que el ser humano es más que razón, pues es también sentimiento, emoción, afecto y pasión. Los griegos hablaban del logos, el ethos y el pathos; es decir, de la razón, del deber y de la pasión, como los aspectos constitutivos de la condición humana que luchan por determinar nuestros actos. La persona humana puede, por tanto, aprender mediante la razón y los deberes que podemos deducir de ella cuando razonamos bien, con cabeza fría. Pero no estamos hechos para actuar de manera continua bajo la influencia del deber y de los dictados de la fría razón, sin que los cálidos sentimientos la acompañen y refuercen, inclinando nuestra voluntad de buena gana hacia lo que debemos hacer, con pasión y fervor. Si bien en las actuales condiciones las emociones son engañosas y pueden llevarnos a tomar malas decisiones si nos dejamos dominar por ellas, también nos permiten aprender lecciones de forma intuitiva en la medida en que experimentamos toda la gama de sentimientos que las circunstancias de la vida producen en nosotros y no los podemos, pues, negar, suprimir o marginar, pues ni el Señor lo hizo cuando: “Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza. «Es tal la angustia que me invade que me siento morir -les dijo-…” (Marcos 14:33-34)
Los sentimientos y la fe
30 abril, 2022
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“Los sentimientos pueden confundirnos, pero aun así son parte de la dotación que Dios nos da para aprender por la experiencia”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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