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Libres de la ley

“Aunque la ley sea buena nos deja en mala situación pues no nos da el poder para obedecerla que sólo el Espíritu puede otorgarnos”

A despecho del antinomianismo que considera que la ley es mala y que los cristianos ya no tenemos ninguna relación con ella y no estamos obligados a obedecerla, pues ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia; la Biblia declara sin discusión que la ley es buena, pues nos revela a través de sus múltiples preceptos, no sólo la voluntad de Dios para nuestras vidas y lo que debemos hacer para cosechar bendición; sino que también nos permite ver y apreciar el carácter santo y justo de Dios que se refleja en Su ley. Sin embargo, a pesar de las bondades que la ley posee, ésta termina obrando en contra nuestra y dejándonos en muy mala condición: la condición de quienes terminan condenados por ella, pues si bien es cierto que la ley nos revela y ratifica con precisión los preceptos morales que Dios ya nos viene dando a conocer a todos los hombres a través de nuestra conciencia, no nos da el poder para obedecerla, que únicamente podemos obtener de Dios en la persona del Espíritu Santo, una vez que nos hemos reconciliado con Él a través de la fe en Cristo y en virtud de la conversión y regeneración interior que Dios lleva a cabo en sus redimidos. Es por eso que en el evangelio, sin abrogar la ley sino más bien dándole en sí mismo cumplimiento pleno, Cristo nos libera de la ley y de su sentencia condenatoria sobre nuestra vidas al facultarnos para obedecerla no ya en nuestras precarias e insuficientes fuerzas, sino en el poder de Su Espíritu: “Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito” (Romanos 7:6)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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