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Segmentos

Liberación, no revolución

“Lo que nos esclaviza y mantiene postrados no son las estructuras sociales, políticas o económicas injustas, sino nuestro pecado”

Decía Paul La Cour: “No existe libertad, existe liberación”. Y la Biblia le da la razón, a la luz de todo lo ya dicho sobre la esclavitud al pecado que todos los seres humanos padecen y el significado rico y profundo del verbo “redimir” y del sustantivo “redención” a los que ya se ha hecho referencia en segmentos anteriores. Sin embargo, sectores de la teología tales como el que se identifica con el rótulo de “teología de la liberación” han enfocado casi del todo sus esfuerzos liberadores a combatir las estructuras sociales, políticas y económicas injustas que, de cierto, padecemos en algún grado todos los pueblos de la historia humana, sin perjuicio de las significativas diferencias de grado entre un pueblo y otro o una época determinada en comparación con otra. Y si bien esta iniciativa es loable y en gran medida necesaria, siendo como tal una más de las responsabilidades que recaen sobre la iglesia; tiene el inconveniente que pierde de vista el meollo del asunto, que es la esclavitud interior al pecado que todo ser humano experimenta, como lo señala el apóstol: “Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado” (Romanos 7:14). Debido a ello la teología de la liberación se ha extraviado, a pesar de sus buenas intenciones, y ha caído en el mero activismo social, en muchos casos de carácter casi por completo asistencialista, descuidando la evangelización de manera culpable, con el agravante de que ha terminado también promoviendo y justificando incluso la revolución armada, pretendiendo así llevar a cabo la obra de Dios con los métodos del diablo

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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