Pocos nos detenemos a pensar cada mañana que, si se tratara de justicia estricta, todos los días seríamos merecedores de la ejecución sumaria en el mismo momento en que cometemos el primer pecado de la jornada, ya sea de pensamiento, de palabra, de obra o de omisión y que, por tanto, todas las personas que fallecen a diario, incluyendo a quienes lo hacen a causa de lo que llamamos “muerte natural” y en particular si no son creyentes redimidos por la fe en Cristo, no están más que recibiendo lo que se merecen y nada más. Y es que la expresión “derecho a la vida” puede ser engañosa y equívoca, pues si bien es cierto que la vida es un derecho que podemos reclamar en relación con nuestros semejantes, de dónde tomar arbitrariamente la vida de un ser humano por parte de otro sí es, ciertamente y sin duda alguna, un acto de injusticia contra él que debe ser combatido y castigado por la ley; no lo es en lo que tiene que ver con Dios, pues en relación con Él la vida está lejos de ser un derecho, sino que es siempre un don inmerecido que Él concede y extiende en el tiempo a quienes en realidad no han hecho nada para merecerlo. Y esa es una razón más para que los hombres no podamos disponer arbitrariamente de la vida de nadie, pues únicamente Dios es el Autor y dueño de la vida y Quien puede, por lo tanto, disponer de ella sin que ninguno de nosotros pueda protestar por esta causa con la razón de nuestro lado, debido a nuestra condición de pecadores ya que, al fin de cuentas: “… la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23)
La dádiva de Dios
5 diciembre, 2022
2 Lectura mínima
“En relación con los demás, la vida es un derecho. En relación con Dios, un don que no podemos exigir ni disponer de él al antojo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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