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Segmentos

La carne, el caballo de Troya

“No podemos culpar de todo lo malo a Satanás y al mundo pues nuestra carne les hace el juego y nos deja sin excusas ante Dios”

Dentro de los tres enemigos del creyente que la Biblia identifica: el mundo, la carne y Satanás; la carne, también llamada “naturaleza pecaminosa”, es el más insidioso y destructivo por ser el único que puede terminar sometiendo nuestra voluntad a los malos deseos pecaminosos, pero al mismo tiempo, es el único sobre el que tenemos control directo, pues no es algo externo a nosotros, como el mundo y Satanás, sino interno, entrelazado con nuestra misma personalidad al punto de formar parte de nuestra identidad. Como tal, es el infiltrado que les abre la puerta a los otros dos, cual caballo de Troya. Pero aún los creyentes que tienen bien identificados a estos tres enemigos ceden muchas veces a sus maquinaciones al culpar de todo lo malo que sucede en su vida a Satanás, pretendiendo entonces, resolver todas su problemáticas mediante liberaciones o exorcismos que rayan ya en la superstición, la ignorancia y el fanatismo simplista que les permita eludir sus propias responsabilidades en el asunto; o culpando al mundo, optando así por aislamientos extremos e inconvenientes respecto de él que nunca pueden llegar a ser totales y van, además, en contravía con lo que Dios espera de nosotros en el sentido de ser luz del mundo. Por eso, debemos comenzar por confesar que lo único que puede alejarnos de Dios no es ni el mundo ni Satanás, y ni siquiera la carne o naturaleza pecaminosa, sino nuestra carne o naturaleza pecaminosa, como lo revela y reconoce el apóstol: “Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo” (Romanos 7:18)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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