En relación con Dios la buena disposición es más importante que los hechos objetivos. Y la buena disposición pasa por estar dispuestos a escuchar con honestidad lo que Él nos dice en Su Palabra, la Biblia y evaluar sin prejuicios su validez al contrastarla con los hechos de la historia y de la experiencia. Los milagros por sí solos no convencerán, por tanto, a nadie si no existe antes una voluntad dispuesta a rendirse a Dios y brindarle obediencia. Debemos, pues, leer la Biblia y no desecharla sin siquiera considerarla con base en prejuicios y lugares comunes. Y al leerla debemos hacerlo con capacidad crítica, pero no con un espíritu crítico que esté buscando continua y sistemáticamente objeciones a ella en donde no existen. A quienes lo hacen de este modo, Dios en Su gracia les dará la revelación, comprensión y certezas del caso, pero a quienes se niegan a hacerlo así, ni siquiera los milagros objetivos e incuestionables lograrán convencerlos, como se lo hizo saber el Señor Jesucristo a sus oyentes en el concluyente epílogo de su ilustrativa historia del rico y Lázaro, ante la petición del primero de ellos en el sentido de advertir a sus familiares vivos del destino que les esperaba si no hacían los correctivos del caso: “Pero Abraham le contestó: ‘Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!’ ‘No les harán caso, padre Abraham -replicó el rico-; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían’ Abraham le dijo: ‘Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.’ »” (Lucas 16:29-31)
Leyendo la Biblia sin prejuicios
10 junio, 2022
2 Lectura mínima
“No hay milagro que valga para convencer a quien no esté dispuesto siquiera a escuchar con atención lo que la Biblia dice”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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