El monoteísmo judío, cristiano y musulmán dominó de tal manera el pensamiento del mundo occidental durante poco más de 15 siglos de la era actual, incluyendo toda la Edad Media, que el teísmo, es decir la creencia en un Dios personal creador y sustentador de todo lo que existe, fue la concepción de Dios que se terminó imponiendo en occidente por su propio peso específico, hasta el surgimiento, en el siglo XVIII del movimiento de la ilustración que dio comienzo a lo que conocemos como la modernidad y en la que el deísmo, la creencia en un Dios creador, pero ya no necesariamente de carácter personal y que además ya no interviene en ningún sentido en su creación, fue sustituyendo al teísmo. Con Kant, el deísmo hizo tránsito al agnosticismo, es decir la creencia de que a través de la razón no podemos saber nada acerca de Dios, en lo que podría caracterizarse como una especie de ateísmo que no se atreve a salir del closet, hasta que por último en el siglo XIX y la primera mitad del XX el ateísmo tuvo su momento de mayor visibilidad y respetabilidad intelectual. Pero a raíz de los avances y hallazgos de la ciencia a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI, el ateísmo se ha vuelto insostenible y muchos antiguos ateos se han visto obligados a retroceder, si de ser honestos se trata, al agnosticismo y de ahí de nuevo al deísmo, por cuenta de la teoría del Diseño Inteligente, quedando a un paso del teísmo, brindando así renovada validez a la siempre vigente afirmación paulina que brinda soporte racional a la decisión de creer: “… lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado” (Romanos 1:19)
Las evidencias a favor de Dios
4 noviembre, 2022
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“Las evidencias a favor de la existencia de Dios son sólidas, aunque al final ninguna sirva para dejarla establecida sin discusión”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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