La perfección en la unidad

La unidad de la iglesia ha sido siempre un tema polémico y difícil, en gran medida debido a que no hemos comprendido en qué consiste exactamente y no sólo a que no hemos estado a la altura de nuestras responsabilidades al respecto. En el primer aspecto, se piensa de manera ligera que la unidad tiene que ver con lo institucional y que, por lo tanto, si la iglesia desea mostrar unidad ante el mundo, es necesario que posea un gobierno centralizado y monolítico como el que tiene la iglesia católica romana, juzgando entonces como división a las iglesias que no se encuentran bajo la tutela de Roma ni reconocen la autoridad papal sobre ellas, tales como las otras dos grandes ramas de la cristiandad y las diferentes denominaciones e iglesias independientes que existen dentro de la rama protestante. Pero, la oración del Señor en el aposento alto muestra que la unidad no se puede interpretar en estos términos, pues en esa ocasión Él intercedió también por las generaciones futuras de cristianos, incluyéndolos dentro de la unidad de la iglesia: “»No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado… para que sean uno, así como nosotros somos uno… Permite que alcancen la perfección en la unidad…” (Juan 17:20-23), por lo que la unidad no puede concebirse en términos tan limitados, sino que trasciende de formas insospechadas los tiempos y las instituciones humanas a lo largo de la historia, alcanzando su cumplimiento en la eternidad.