La Biblia identifica al diablo como “el padre de la mentira” (Juan 8:44). Por contraste, Cristo es presentado como la Verdad que libera a quien se acoge a Él por la fe. El pecado es, pues, antes que nada, un engaño fomentado por el diablo que nos lleva a vivir vidas mentirosas o, en otras palabras, a vivir engañados. Porque el engaño más insidioso y destructivo es aquella mentira que, a fuerza de repetírnosla una y otra vez, hemos llegado a creer de tal modo que ya no necesita ningún refuerzo exterior, sino que es nuestro propio corazón engañado y engañoso el que continúa manteniéndola vigente en nuestra vida, para nuestro propio perjuicio. Las Escrituras señalan algunos de estos arraigados auto-engaños que terminamos diciéndonos y creyéndonos para vivir y pretender justificarnos por ellos. Entre estos encontramos el engaño del orgullo, el de la idolatría, y el de la impunidad que nos lleva a creer que no tendremos que asumir tarde o temprano un doloroso costo por nuestros pecados. Aún en la iglesia hacen carrera algunos típicos auto-engaños tales como: leer y conocer la Biblia y, aun así, no dejar de hacer lo que ella prohíbe y no hacer, tampoco, lo que ella ordena; incurriendo en apariencias de piedad farisaicas y superficiales que, pretendiendo engañar a los demás y al propio Dios, lo único que logran es engañarnos a nosotros mismos. Razón de más para tener en cuenta la advertencia del profeta: “Tu carácter soberbio te ha engañado. Como habitas en las hendiduras de los desfiladeros, en la altura de tu morada, te dices a ti mismo: ¿Quién podrá arrojarme a tierra?” (Abdías 1:3)
La mentira más peligrosa
2 diciembre, 2021
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“La mentira más peligrosa es la que nos decimos y repetimos a nosotros mismos tantas veces que al final nos la terminamos creyendo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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