La verdad no es algo que se dice o se escucha, sino algo que se practica y se vive. Pero para hacerlo así debemos identificar y rechazar todos los estilos de vida alternos basados en las mentiras que el mundo promueve y que engañan a un gran número de personas sin importar su condición social, su cultura o su nivel de educación. Porque no se puede vivir mucho tiempo en la mentira antes de que la verdad la deje expuesta junto con toda su estela de malogradas víctimas. El que vive en la mentira no cuenta con ningún respaldo consistente a su favor. Después de todo, la verdad no es más que aquello que corresponde, armoniza y encaja de manera natural con la realidad de las cosas. Y oponerse a la realidad es una batalla perdida desde el comienzo. Y es que aun la mentira termina en su momento confirmando la verdad al brindar el medio de contraste en el que ésta sale a relucir, resaltando aún más sobre el marco de fondo brindado por la mentira, que queda así expuesta por lo que es, para vergüenza de sus cultivadores y seguidores. Pero el que vive en la verdad cuenta siempre, aún en las circunstancias más difíciles y adversas, con el omnipresente testimonio de la Verdad en persona a su favor, ─que no es otra que Cristo mismo─, y con su guía y protección. No debemos, pues, esperar mucho tiempo antes de alinearnos consciente, voluntaria y humildemente con la verdad, para no ser avergonzados cuando la mentira quede en evidencia. Después de todo: “… el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios” (Juan 3:21)
Deja tu comentario