La intranquilidad de conciencia

Decía L. Hodgson que:“Los grandes pensadores son aquellos que nunca son capaces de quitarse cierta incomodidad mental concerniente al lado de la verdad que su pensamiento… es tentado a ignorar”. Por eso, sin perjuicio del poder del evangelio para purificar nuestras conciencias de cualquier carga infundada de culpabilidad, previo el arrepentimiento, la confesión y la fe en su obra consumada en la cruz; de cualquier modo el cristiano sensible, saludable y maduro debe experimentar cierta intranquilidad de conciencia o incomodidad mental concerniente a los puntos ciegos en su entendimiento de la verdad, pues estos reducen su ángulo visual cuando, por ejemplo, atraídos y ocupados en los detalles periféricos de la verdad se termina por obviar y descuidar lo esencial de ella, o cuando, por el contrario, se descuidan los detalles despojándolos de la importancia que de cualquier modo merecen. Con mayor razón debido a que es siempre posible que nos engañemos pensando, como el joven rico del evangelio, que estamos cumpliendo cabalmente con los mandamientos de Dios evaluados a la letra y de manera necesariamente superficial y ligera, cuando en realidad, si somos honestos y escuchamos con atención el veredicto de nuestra conciencia, experimentaremos cierta intranquilidad que nos indica que estamos pasando por alto algo, como se lo hizo ver al joven rico el Señor en su momento. Es por eso que los cristianos debemos vivir con apego a nuestra conciencia y no tan sólo a un código escrito: “En todo esto procuro conservar siempre limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres” (Hechos 24:16