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Segmentos

La fidelidad de Dios

“Si hay algo que asombra y conmueve especialmente de Dios es que ni siquiera nuestra infidelidad anula su declarada fidelidad"

Fe y fidelidad son términos correlacionados y, hasta cierto punto, intercambiables, por cuanto los dos proceden del mismo vocablo griego pistis, o el latino fides indistintamente, que designan ambos una especie de contrato o acuerdo entre las partes sustentado en estrechos vínculos de confianza en las relaciones públicas internas y externas o entre individuos. Como tal, la fe implica fidelidad entre las partes. El creyente, por tanto, al colocar su fe confiada en Dios se compromete simultáneamente a ser fiel a Él, apoyado en la fidelidad recíproca que Dios está dispuesto a manifestar siempre a los Suyos. Es en virtud de esta fidelidad recíproca entre el creyente y Dios que la Biblia nos revela que: “El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles” (2 Crónicas 16:9). Pero existe un aspecto en esta alianza entre Dios y el hombre que no está condicionado a esta reciprocidad y compromiso bilateral entre las partes, y es la fidelidad de Dios, que es en último término unilateral, pues no depende de ningún modo de que los creyentes mantengan, como deberían, su fidelidad a Dios en toda circunstancia, sino que permanece incluso en los casos en que los creyentes no la correspondan como se esperaría de ellos, pues es parte esencial del carácter propio y exclusivo de Dios. Fue con base en esto que el apóstol pudo declarar con total convicción: “Pero entonces, si a algunos les faltó la fe, ¿acaso su falta de fe anula la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso. Así está escrito: «Por eso, eres justo en tu sentencia, y triunfarás cuando te juzguen.»” (Romanos 3:3-4)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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