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La evidente resucitación de Lázaro

“Si les fuera posible hacerlo, los que no quieren creer eliminarían incluso de manera criminal toda evidencia a favor de la fe”

Se dice que la ignorancia es atrevida, pero la incredulidad puede llegar a ser criminal. Y es que la incredulidad no es por lo general el producto de un examen honesto de las evidencias que nos llevaría a la conclusión de que no existen bases firmes para creer, sino que es el resultado de una postura visceralmente antagónica a la fe asumida con anterioridad a cualquier examen de las evidencias, que se sigue manteniendo con independencia de ellas, para poder defender las engañosas posiciones y privilegios ya alcanzados, entre los que se encuentran el poder mantener la presunta autonomía respecto de Dios que se quiere conservar a toda costa y liberarse así de la obligación que tenemos de rendirle cuenta de nuestros actos. Un ejemplo de esto lo encontramos en el evangelio de Juan, en dónde se nos informa que los dirigentes judíos del Sanedrín, resistentes a ultranza a creer en Cristo y a rendirse a las múltiples y crecientes evidencias que se acumulaban a favor de su condición mesiánica y divina, tanto en su mensaje, como en su integridad moral, y en los milagros que llevaba a cabo, entre los que se destacó la resucitación de Lázaro; llegaron a considerar con toda seriedad, no sólo capturar y ejecutar a Cristo, como en efecto lo terminaron haciendo, sino también al mismo Lázaro, cuya condición resucitada era intolerable, pues dejaba expuestos sus prejuicios hacia Cristo: “Mientras tanto, muchos de los judíos se enteraron de que Jesús estaba allí, y fueron a ver no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Entonces los jefes de los sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro” (Juan 12:9-11)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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