En la conversión convergen de manera misteriosa y cabalmente incomprensible, tanto la soberanía de Dios por la que Él hace siempre y en último término lo que Él quiere, como el albedrío humano por el cual nosotros decidimos creer en Él en la persona de Cristo, sin coerciones ni coacciones de Su parte. Por eso, si bien la fe es la condición necesaria para llegar a Dios, la condición determinante para ello es la gracia soberana de Dios que nos escoge para salvación desde antes de la fundación del mundo y, por supuesto, mucho antes de que nosotros siquiera existiéramos y hubiéramos hecho algo al respecto. En razón de esto todo creyente, sin dejar de ejercer en su momento su capacidad de decisión para creer y confiar en Cristo como Señor y Salvador sin que nada ni nadie lo haya obligado a ello, es también consciente que no hubiera llegado nunca a creer en Cristo sin la previa y decisiva influencia bondadosa de Dios para iluminarlo y derribar sus prevenciones y resistencias y conducirlo finalmente y de manera voluntaria a la fe. Porque si Dios ha de ser soberano sobre Su creación, Él debe tener la iniciativa siempre, sin perjuicio del ejercicio de nuestro albedrío. En otras palabras, nuestro albedrío, siendo real, siempre debe estar por simple definición subordinado a la soberanía de Dios, pues en el momento en que algo de este mundo llegue a estar al mismo nivel de la soberanía ─no se diga ya por encima de ella─ la soberanía deja de ser tal. Esta es la razón por la cual el Señor reiteró así lo ya dicho unos versículos antes: “-Por esto les dije que nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre” (Juan 6:65)
La conversión, concesión del Padre
23 julio, 2022
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“Venir a Cristo con humilde fe es una decisión que tomamos porque antes de ello Dios ya nos había concedido el poder de hacerlo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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