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La buena voluntad de Dios

“Dios no solamente puede, sino que también quiere. Así, pues, si afirmamos su poder, debemos también creer en su buena voluntad”

Refiriéndose a las investigaciones que últimamente vienen haciéndose sobre el tema, Phyllis McIntosh concluía que: “No hay manera de probar científicamente que Dios cura; lo que si me parece susceptible de demostración es que creer en él tiene efectos benéficos… Es casi indudable que la fe y las prácticas religiosas saludables contribuyen a la mejoría de los enfermos”. Y es que existen ya estudios científicos que demuestran que la fe en Dios hace diferencias favorables y apreciables en las circunstancias de los creyentes en relación con quienes no lo son y demuestran, por tanto, que la fe no es un ejercicio vano y sin provecho y que la convicción y afirmación de los creyentes en el sentido de que Dios no es un ser impasible e indiferente al clamor de sus hijos no carece de fundamento objetivo. No es sólo entonces que Dios sea un Ser necesario desde el punto de vista de la razón, sino que este Ser es real en tal grado, que está dispuesto a manifestar su buena voluntad, poder y favor de manera específica a los que confían en él y le buscan. Porque no es sólo que los descubrimientos de las ciencias naturales lleven a toda persona desprejuiciada y honesta a reconocer razonablemente que Dios se manifiesta a sí mismo con poder en su creación, sino que Él despliega también ese poder de manera voluntaria, favorable y selectiva en las circunstancias concretas de los creyentes, como lo comprobó el leproso que le dijo a Cristo: “… −Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1:40), a lo cual el Señor sigue respondiendo: “… -Sí quiero. ¡Queda limpio!” (Marcos 1:41)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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