George Howe Colt afirmaba que: “Tocarnos constituye una necesidad fundamental… indispensable para nuestro crecimiento… Desde los mimos y las caricias entre la madre y el recién nacido… hasta el acto de estrecharse las manos que se da entre un hijo y su padre moribundo… el tacto es nuestro más íntimo y poderoso medio de comunicación. Miguel Ángel lo sabía: cuando pintó a Dios extendiendo una mano hacia Adán en el techo de la Capilla Sixtina, eligió el tacto para representar el don de la vida”. Por eso, para referirnos a una experiencia que nos haya marcado desde el punto de vista espiritual no es inusual que digamos: “Dios me tocó”, debido a que todos sabemos o intuimos que el toque de Dios puede transformarnos. En la historia sagrada, Jacob se transformó en Israel y nunca más volvió a ser el mismo de antes; Elías vio renovadas sus fuerzas y su ánimo cuando se sentía desfallecer por el peso de su ministerio; Isaías fue absuelto de culpa y limpiado de pecado, quedando facultado para ir como profeta al pueblo de Israel en el nombre de Dios y Jeremías recibió su ministerio profético; todo esto por el sencillo y grandioso toque de Dios. Los evangelios dejan constancia de la multitud de oportunidades en que Cristo limpió, sanó enfermedades, devolvió la vista y el habla a ciegos y mudos y resucitó muertos con sólo tocarlos. Y lo cierto es que hoy al igual que ayer, el Cristo resucitado sigue manifestando su buena disposición y voluntad para tocarnos “Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: -Sí quiero. ¡Queda limpio!” (Marcos 1:41)
El toque de Dios
6 abril, 2022
2 Lectura mínima
“El ser humano termina contaminando todo lo que toca, pero lo que Dios toca resulta siempre santificado, incluyendo al ser humano”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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