La procrastinación, la ya identificada y perjudicial tendencia a dejar todo para después, cuando ya estamos al borde del vencimiento de términos, es muy peligrosa en lo que concierne a nuestra respuesta a la perentoria pregunta formulada así por Poncio Pilato: “─¿Entonces qué debo hacer con Jesús, al que llaman el Mesías?” (Mateo 27:22 PDT). En efecto, decidir qué vamos a hacer con Jesucristo y su urgente invitación a rendirnos a Él con humilde arrepentimiento, poniendo nuestra fe y confianza sin reservas en lo hecho por Él a nuestro favor, brindándole nuestra obediencia y nuestra aceptación a Sus demandas de exclusividad; es algo que debemos decidir cuanto antes, pues poner esto en espera y permanecer en un limbo de indecisión al respecto cuando nuestra conciencia y nuestro corazón nos indican que esto es lo correcto y lo que deberíamos hacer sin más demora, es de por sí una decisión muy riesgosa que presume que ya tendremos tiempo para hacerlo más adelante, incurriendo así en la jactancia del día de mañana contra la que también nos advierte Dios: “No te jactes del día de mañana, porque no sabes lo que el día traerá… ¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana!… Más bien, debieran decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello». Pero ahora se jactan en sus fanfarronerías. Toda esta jactancia es mala” (Proverbios 27:1; Santiago 4:13-16). Haríamos, pues, bien en escuchar al apóstol cuando afirma: “Porque él dice: «En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé.» Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!” (2 Corintios 6:2)
Hoy es el día de salvación
“Para creer nunca es demasiado pronto sino más bien demasiado tarde. Por eso el momento propicio no es ayer ni mañana sino hoy”
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