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Frutos dignos de arrepentimiento

“Si nos gusta el mensaje de amor y perdón del evangelio tiene que gustarnos también su llamado a la confesión y al arrepentimiento”

Al amparo del hecho de que “Dios es amor” (1 Juan 4:8) y la creencia en que, como tal, al final no condenará a nadie; el aspecto del cristianismo que ha terminado ofendiendo y escandalizando más a la sociedad de hoy es la noción de pecado, al punto que una de las cosas más difíciles es llevarles el evangelio a esos “hombres de bien”, trabajadores y satisfactoriamente responsables en sus hogares con sus esposas e hijos, que pagan sus impuestos cumplidamente y que, en sus propias palabras “no le hacen mal a nadie”. Gente que no desentona para mal, pero tampoco se destaca para bien, sumidos como están en la mediocridad de las masas, los promedios y los estándares sociales, a los que C. S. Lewis se refirió como esa mayoritaria “… infrahumanidad más o menos satisfecha”, por contraste con el pequeño grupo de “… grandes pecadores… capaces de auténtico arrepentimiento, pues son conscientes de su verdadera culpabilidad”. Personajes que, ante la mención del pecado, se retiran de la conversación y cambian el tema debido a que, supuestamente, eso no tiene nada que ver con ellos. Y es que nos gusta aquello del perdón, pero no lo del arrepentimiento. Tanto así que al definir la ya mencionada y censurada “gracia barata” el teólogo Dietrich Bonhoeffer se refirió a ella, justamente, como “la predicación acerca del perdón sin requerir el arrepentimiento… la comunión sin la confesión”. Pero a despecho de quienes así piensan, Cristo sigue exhortándonos a todos en el evangelio para que: “Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento” (Mateo 3:8)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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