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En el banquillo de los acusados

“Cada vez que nos sentemos en la silla del juez debemos recordar que al momento siguiente podemos estar en la silla del acusado”

Ya hemos señalado que la prohibición evangélica de no juzgar no es una prohibición absoluta en el sentido de no juzgar nunca de ninguna manera, algo por demás imposible pues, mal que bien, todos los seres humanos hacemos continuamente juicios de valor que son inherentes a nuestra naturaleza moral. Más bien, las amonestaciones a no juzgar lo que buscan es que lo hagamos únicamente cuando corresponde y echando mano de todos los elementos de juicio a nuestro alcance para hacerlo conforme a la verdad y con la mayor imparcialidad, justicia y consideración posibles, como nos gustaría que lo hicieran con nosotros llegado el caso. De hecho, la iglesia no puede renunciar a ejercer la disciplina con cualquiera de sus miembros cuando éstos se hagan merecedores de ella por su conducta inadecuada, inconveniente y censurable, contraria de manera evidente a los preceptos y la moralidad cristiana. Y la disciplina eclesiástica implica forzosamente juzgar a quienes son sometidos a ella, como salta a la vista cuando el Señor establece los pasos sucesivos que debemos seguir para aplicarla correctamente, descritos con detalle en Mateo 18:15-17 y coronados con la advertencia paulina recogida en Gálatas 6:1 que dice: “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado”, trasfondo contra el cual debemos entender, entonces, lo declarado en el evangelio: “»No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará” (Lucas 6:37)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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