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El éxito en solitario

“La regla de oro no se trata de no hacer nada malo a los demás, sino justamente de hacer lo bueno a los que más podamos en la vida”

Decía Cullen Hightower que: “La verdadera medida de nuestro valor se compone de todos los beneficios que los demás han obtenido de nuestros éxitos”. Porque si bien es legítimo que anhelemos alcanzar éxito en los proyectos que emprendemos, no lo es que lo hagamos pasando por encima de los demás y menos recurriendo a métodos dudosos y poco ortodoxos para lograrlo, como los que abonan el terreno para el surgimiento de la corrupción que el conferencista Miguel Cornejo resumió en el censurable lema “roba, transa y avanza” que parece guiar la vida de muchos. Porque el presunto “éxito” no se disfruta si al obtenerlo hemos dejado detrás una estela de vidas malogradas y mucho menos cuando, por causa de ello, ya no hay nadie a nuestro lado para compartirlo con nosotros. Y ni siquiera es muy exitoso poder llegar a la cima diciendo únicamente que en el proceso “no le han hecho mal a nadie”. Porque desde la perspectiva bíblica los que alcanzan el verdadero éxito son precisamente los que hacen algo por los demás. Ya lo dijo Max Lucado “Las personas que dejan huella no son las más acreditadas. Lo son las que más se preocupan por los demás”. Patrick Morley añadía que: “no es posible alcanzar sentido en la vida a menos que aquello que hagamos contribuya al bienestar de otros”. Es por eso que la “regla de oro” no consiste en no hacer a los demás lo que no queremos que ellos nos hagan a nosotros, sino más bien en que: “Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Lucas 6:31), como lo planteó el Señor en el evangelio.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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