Ideologías como el naturalismo de buena parte de la ciencia actual, unido a filosofías como el racionalismo y el existencialismo modernos dieron pie a la peregrina creencia suscrita por los teólogos liberales de que Adán, más que un personaje histórico como tal, es un personaje mitológico que simboliza nuestro trágico y universal drama existencial del pecado, al punto que en palabras de uno de ellos: “todos somos Adán”. Y aunque tal vez sea acertado afirmar que todos los seres humanos sin excepción encarnamos de algún modo a Adán −dejando en buena hora sin fundamento la indignación que solemos sentir hacia él por el hecho de que su caída en pecado nos afecte de manera tan drástica y radical a todos sus descendientes y haciendo improcedentes nuestras protestas al respecto−; no podemos, por esta causa, negarle a Adán su carácter histórico, pues no es sólo que nosotros hoy encarnemos a Adán, sino que antes de ello y de manera muy plausible, Adán también nos encarnó a nosotros, no como un símbolo, sino como un ser humano real que nos representó a todos en la prueba a la que, junto con Eva, fue sometido por Dios en el jardín del Edén. Además, las referencias bíblicas a Adán posteriores al Génesis no se entienden si él es un mero símbolo. Sobre todo, porque en ellas se le contrasta con Cristo, que es sin duda alguna un personaje histórico real, que actuó a favor de todos los que creemos en Él: “Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!…” (Romanos 5:15-19)
El primer y el postrer Adán
29 noviembre, 2022
2 Lectura mínima
“Si Cristo es un personaje histórico, Adán también lo es. Y así como él fracasó por todos, Cristo también venció por todos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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