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El mal y nuestra contribución a él

“De nada sirve protestar contra el mal en el mundo si no admitimos que el problema comienza con todos y cada uno de nosotros”

El problema del mal es tal vez el principal y más apasionado argumento que los ateos esgrimen en contra de la fe y de la existencia de Dios, aunque desde el estricto punto de vista lógico y racional este problema no puede utilizarse en contra de la existencia de Dios, sino a lo sumo en contra de su carácter tal como éste se nos revela en la Biblia y lo ha defendido el cristianismo a lo largo de su historia. Lo curioso es que los ateos hablan del problema del mal como algo ajeno a ellos, ya sea porque lo observan desde una prudente distancia o porque han sido víctimas de él en carne propia; pero nunca se ven como victimarios o agentes del mal que lo infligen a otros de una u otra forma pues, dada nuestra inveterada inclinación a compararnos con los demás y en especial con aquellos respecto de los cuales salimos mejor librados, solemos pensar que el problema del mal es algo a lo cual nosotros no aportamos, sino únicamente los demás y en particular quienes son manifiestamente malos o perversos, pues en lo que respecta a nosotros nos convencemos de que “nosotros no le hacemos mal a nadie”, como si esa fuera toda nuestra responsabilidad delante de Dios. Por eso el Señor Jesucristo le salió al paso a este auto engaño así: “En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan” (Lucas 13:1-3)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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