Si en algo debemos darle la razón al lenguaje políticamente correcto es en que debemos dejar de lado la utilización de la palabra “raza”, no sólo por sus connotaciones oscuras, censurables y vergonzosas en las diferentes formas en que se ha hecho uso de ella a lo largo de la historia para discriminar, segregar y explotar a grupos humanos diversos; sino también debido a que desde el punto de vista estrictamente científico la raza no existe, pues el descubrimiento del ADN y la decodificación del genoma humano nos han permitido ver que por lo general existen menos diferencias genéticas entre dos individuos pertenecientes, presuntamente, a dos “razas” diferentes, que entre dos miembros de la misma “raza”, mostrando que la condición humana que todos compartimos y que nos concede a los diferentes grupos humanos, tanto a lo ancho de toda nuestra geografía como a lo largo de toda nuestra historia, la misma dignidad y los mismos derechos; está por encima de estas artificiales clasificaciones sin fundamento en la biología que remiten, entonces, el origen de todo el género humano a un solo tronco del cual todos los grupos humanos hemos surgido, ramificándonos a partir de él y siendo en últimas, por tanto, miembros de la gran familia humana con la que nos encontramos vinculados en mayor o menor grado por lazos de sangre, como se lo indicó el apóstol Pablo a los cultos atenienses al referirse de forma implícita a nuestros primeros padres, Adán y Eva al declarar: “De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios” (Hechos 17:26)
El genoma y la igualdad humana
15 octubre, 2022
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“El genoma humano prueba que la raza no existe y que al final todos somos iguales, como lo reveló la Biblia desde el comienzo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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