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El final de la vergüenza

“Al final Dios nos purificará de tal modo que ya ni siquiera tendremos que experimentar vergüenza por nuestros pecados pasados”

En nuestras actuales condiciones la capacidad de sentir vergüenza en relación con el pecado es buena señal, pues demuestra que la persona en cuestión aún no se ha endurecido de manera irreversible contra Dios y que, por tanto, aún hay esperanza de creer, arrepentirse y corregir. Por esta razón J. I. Packer decía que: “El Señor quiere sacarnos de la incredulidad moviéndonos a la vergüenza”. Deplorablemente y dado que la sinceridad y la franqueza son consideradas como actitudes y conductas siempre preferibles a la hipocresía, en nombre de ellas se pierde la vergüenza y se promueve el descaro más desvergonzado al exhibir o dar cuenta sin tapujos de nuestras faltas y pecados casi de manera ostentosa. Pero lo cierto es que si no hay arrepentimiento, confesión y abandono de los pecados, es preferible entonces ocultarlos con vergüenza que exhibirlos de manera descarada y desvergonzada en nombre de una muy barata “franqueza” producto de una conciencia encallecida y del todo corrompida, confirmando las denuncias del apóstol: “Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes” (Efesios 4:19). Así, pues, la vergüenza es algo con lo que debemos aprender a convivir constructivamente en este mundo, hasta que nuestra redención sea consumada de tal modo que ya no haya necesidad de ella: “»Purificaré los labios de los pueblos para que todos invoquen el nombre del Señor y le sirvan de común acuerdo… Aquel día no tendrás que avergonzarte más de todas tus rebeliones contra mí…” (Sofonías 3:9-11)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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