“Si quieres paz, prepárate para la guerra” es el contradictorio lema que suscriben muchos de los gobernantes del mundo en la persecución de sus objetivos presuntamente pacificadores. En efecto, todas las potencias imperialistas y expansionistas de la historia que han logrado establecer una medida significativa de paz en sus dominios y en el mundo en general, lo han hecho a través de la fuerza de las armas y el derramamiento de la sangre de sus adversarios políticos. Esta es una de las razones por las cuales el Señor Jesucristo declaró que su reino no es de este mundo. Porque no comparte los métodos de los reinos de este mundo. En efecto, Dios no conquista en principio a sus adversarios mediante la fuerza militar sino mediante un amor sufrido y sufriente, marcando la pauta también para que sus seguidores lo imitemos. El poder del reino de Dios no reside en esencia en la capacidad de coerción o de coacción impositiva, sino en su profunda atracción cautivadora que logra la rendición de los adversarios del rey, no mediante el derramamiento de su sangre, sino de la del mismo rey. El espectáculo de la cruz sigue desmontando las prevenciones de los opositores y sentando el precedente de que al corazón de los hombres no se llega mediante la fuerza sino mediante el amor, como lo comprobó el centurión romano que presenció este espectáculo: “El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: -Verdaderamente este hombre era justo. Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho” (Lucas 23:47-48)
El espectáculo de la cruz
27 junio, 2022
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“La cruz sigue desmontando nuestras prevenciones y sentando el precedente de que el amor sufrido es más fuerte que la fuerza”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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