El buen propósito de Su voluntad

Uno de los cuatro argumentos clásicos a favor de la existencia de Dios es el “argumento teleológico” que, apoyándose en otro de ellos: el “argumento cosmológico”, que hace referencia al orden y la belleza manifiesta que la naturaleza y el universo entero reflejan, añade a ello que este orden tiene un evidente propósito en sus diferentes estructuras físicas y biológicas, al punto que, como lo recoge el periodista de ciencia Fred Heeren en relación con el cada vez más creciente consenso alcanzado por los científicos alrededor de este punto: “Muchos científicos… han reconocido lo que parece como preparación a propósito, un plan perfecto en todas las leyes de la naturaleza que existen especialmente para nuestro beneficio”, convicción apoyada en lo que la ciencia designa como el “ajuste fino” del universo, y en las teorías de la información y del diseño inteligente que se encuentran detrás del “principio antrópico”, principio que sostiene que todo el universo es como es y funciona de tal modo, que debemos concluir que fue diseñado para hacer posible la vida humana en este pequeño y privilegiado planeta azul. Pero más allá del propósito que el universo y la naturaleza revelan, Dios también ha asignado un propósito a los diferentes grupos humanos a lo largo de la historia y a cada ser humano individual, y de manera especial a cada uno de los creyentes que constituyen Su iglesia, a quienes: “… predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad… Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo” (Efesios 1:5, 9)