En conexión con lo ya tratado en relación con el significado de las cicatrices de Cristo y lo que ellas implican acerca de su condición humana, compartida con todos nosotros; el apóstol Pablo también se refirió a ellas para validar de forma terminante su ministerio apostólico al declarar: “Por lo demás, que nadie me cause más problemas, porque yo llevo en el cuerpo las cicatrices de Jesús” (Gálatas 6:17). Por supuesto, no se refería él aquí, literalmente, a las mismas cicatrices de Cristo obtenidas de manera mística y milagrosa en lo que las supersticiones del catolicismo designan como “estigmas”, definidos como: “Huellas impresas sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos extáticos, como símbolo de la participación de sus almas en la pasión de Cristo”. Se refería más bien y de manera por demás evidente, a sus sufrimientos por la causa de Cristo en virtud de su comprometida, entusiasta y apasionada entrega al servicio del evangelio, como lo describe en 2 de Corintios: “¿Son servidores de Cristo?… Yo lo soy más que ellos. He trabajado más arduamente, he sido encarcelado más veces, he recibido los azotes más severos, he estado en peligro de muerte repetidas veces…” para pasar enseguida a relacionar con detalle todos estos sufrimientos, comenzando porque: “Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon…” (2 Corintios 11:23-25), situaciones que debieron dejarle, sin duda, una significativa cantidad de cicatrices, que fueron a las que hizo referencia en Gálatas para acreditar la legitimidad de su ministerio y de su vida al servicio de Dios
Las cicatrices de Cristo
“Las cicatrices son a veces una muestra de una vida vivida con todo el compromiso, pasión y entrega que amerita una causa justa”
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